-Cierra los ojos.
   -¿Cómo?
   -Que cierres los ojos.
   -¿Por qué?
   -Tu cierralos.
   -De acueeeeerdo...Ya...cerrados...¿y ahora?
   -Ahora dame tu mano.
   -¿Para qué?
   -Impaciente...espera y verás.
               . . . . . . . . . . . . . .
   -¿Y bien?
   -¿Qué ves?
   -¿Cómo que qué veo? ¡Nada!
   -Vamos...concéntrate...se que puedes. Ahora, ¿qué ves?
   -Pues...
   Entonces en la oscuridad absoluta empecé a ver una pequeña luz que se hizo más y más grande, hasta el punto de no ver nada. Entonces empecé a sentir que un millón de sensaciones recorrían mi mente llenándolo todo de sensaciones parecidas a la ilusión, la alegría, la timidez...pero también sentía la furia, la impotencia, la impaciencia...Pero eso no lo hacía menos bello...todo lo contrario...parecía que todas esas sensaciones se complementaban las unas a las otras, creando una especie de equilibrio. Creo que nunca me había sentido así jamás...
   -Ya. Abre los ojos.
   -¿Eh?
   -¿Qué tal la experiencia?
   -Ha sido...indescriptible...No quería volver a la realidad...
   -Bueno...así has comprendido cómo me siento cuando escribo.
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