jueves, 25 de noviembre de 2010

Es simple.

Y aquí estás, frente a mí, y mi mundo desaparece. Solo puedo mirar esos ojos brillantes que observan los míos, intentando adivinar cómo estoy, qué siento. Bajo mi mirada hacia tus labios, deseosa de poder besarlos una vez más, y lo hago. Me respondes como tu eres, con soltura, con amor y cariño, con algo de picardía y divertido, con una sonrisa.
Amo lo que haces. Me encanta la forma con la que me sonríes cada mañana y me abrazas fuerte, hasta dejarme sin aliento y luego me lo devuelves besándome una vez más.
Me encanta tu forma de sonreir...Pero tu forma de sonreir de verdad, cuando realmente te ríes, cuando cierras los ojos y sueltas carcajadas o cuando sonríes cuando estás realmente contento.
También adoro tus rabietas típicas de niño pequeño, divertidas y algo inmaduras e infantiles pero que también me gustan y creo que sin ellas habría un gran vacío.
Y preguntas por qué te quiero.
Te quiero porque me haces feliz, porque sé que contigo nunca me caeré.
No somos la pareja perfecta, desde luego.
Nos queda muchísimo camino que recorrer para alcanzarla, ¿quién la consigue? Tal vez nunca la alcanzaremos; no importa, viviremos felices en nuestra imperfección.
¿Que por qué te quiero?
Porque me he dado cuenta de que no es necesaria la perfección para ser feliz.